Por: Lucero Robles Álvarez
Esta reflexión la escribí hace algunos años y hoy quise compartirla.
Somos en esencia, lo que mora dentro de nosotros y no lo que aparenta el exterior. Somos energía, etéreos, fugases y a la vez eternos. Materia pero más aun, esencia, vida, energía en constante proceso de transformación. Porque nada en el exterior permanece intacto al paso del tiempo, pero tu esencia, tu verdadera naturaleza siempre perdura. Se feliz porque ni los años ni ninguna experiencia de la vida, buena o mala podrá arrebatarte aquello que te hace único y especial. Tus cualidades, talentos, tu vocación conocimientos etc. Aquello que te convierte en una valiosa pieza del mosaico del universo.
El filósofo Viktor E. Frankl declaró que: Toda persona tiene una vocación o misión específica en la vida. Toda persona debe llevar a cabo un designio concreto que exige su cumplimiento. Por ello es irreemplazable, y su vida irrepetible. De este modo, la tarea de cada persona es única así como la oportunidad específica de realizarla.
Por eso te digo que: lo creas o no, tu existencia tiene un propósito. Tus pensamientos y acciones ejercen poder. Aprovecha la vida misma como una oportunidad de hacer el bien y dejar un legado positivo. No es necesario buscar reconocimiento o grandeza, porque el mero hecho de que existes aquí y ahora ya es algo muy importante. Todo eso es relativo y subjetivo. Lo importante es la medida en que tú emplees ese aliento de vida que tienes para hacer el bien.
Siempre hay una manera de aportar. Solo hay que mirar más allá. Desde la óptica de la empatía. Identificar las diversas formas en las que puedes contribuir con todas esas valiosas habilidades, talentos y conocimientos qué posees. Me refiero a darse a los demás sin desvivirse pero sabiendo que somos parte de un todo y que ese bien que hacemos tiene repercusiones en el universo.
