Cuando nací, solo me pronosticaban 6 meses de vida. Prácticamente, tuve que tomar terapias para casi todo.
Gracias a Dios y a la inquebrantable fe y perseverancia de mi madre, comienzo a caminar un poco con muletas a los 7 años de edad.
Posteriormente, doy testimonio en la iglesia de qué quería ser bailarina.
Pero ¿Cómo?... ¿Bailarina yo? Sí, a penas estaba comenzando a moverme con las muletas y ya quería volar.
Como en la vida siempre hay ángeles maravillosos que nos guían en el camino. Tuvimos el honor de conocer a Nana Hudo quien junto a Gloria Llompart, se convirtieron en mis mentoras de la danza, mostrándome que la discapacidad es solo una oportunidad de hacer las cosas de manera diferente. Que siempre hay alternativas para la integración a las artes y que la inclusión es posible.
Gracias, siempre gracias a mis queridas mentoras.
